Los hermanos Daniel y Eduardo Villamizar, oriundos de Caracas recorrieron Suramérica a bordo de sus dos motocicletas. El viaje los llevó a recorrer 34 mil kilómetros y 8 países en un año.
El comienzo del sueño
En el año 2014 tenían el mismo plan para asistir al Mundial de Fútbol en Brasil a bordo de una Kombi Volkswagen. Sin embargo, las protestas de ese año impidieron el viaje. Reunidos junto a su amigo Gabriel Ascanio en febrero de 2017, retomaron el sueño, pero esta vez sería a bordo de sus motocicletas Kawasaki KLR 650. Temiendo que se repitiera el escenario del 2014, emprendieron el viaje cinco semanas después rumbo al sur de Venezuela para atravesar la frontera con Brasil en Santa Elena de Uairén. Lo que inicialmente sería un viaje de un par de meses, se convirtió en uno de los años más importantes de sus vidas.
En Brasil fueron recibidos en 14 ciudades, como Boa Vista, Manicore, Ao Borja y Chuy.
Continuaron su paso por Perú, Bolivia, Chile, Uruguay, Paraguay y Argentina, recorriendo hasta más de 20 ciudades en cada país.
Recorrer Suramérica con un bajo presupuesto y la viralidad de la aventura
Desde la fase de planificación del viaje, acordaron que sería muy austero y sencillo. Llevaron consigo la mayor cantidad de comida y medicinas para el recorrido, así como el dinero necesario para pagar el combustible. Sin embargo, en cada pueblo, caserío o ciudad encontraban familias que los ayudaban y colaboraban con su sueño. Poco a poco se dieron a conocer como unos viajeros venezolanos que recorrían el continente por el mero placer de viajar y conocer mejor esas tierras y su gente. Decidieron compartir su aventura a través un perfil de Instagram, @MoteandoSuramerica, que en pocas semanas reunió a miles de seguidores interesados en la travesía de los Villamizar y, por qué no, recibirlos en sus hogares y darles hospedaje y comida. Así conocieron a cientos de personas y familias en cada ciudad. A donde llegaban ya los estaban esperando de brazos abiertos.
El aprendizaje de viajar
Daniel y Eduardo vuelven a casa con un bagaje que solo se aprende al viajar. Llevaron la bandera de Venezuela a cada rincón y en cada familia dejaron un pedacito de su tierra, dejando claro que su gentilicio lo llevan con orgullo a donde vayan y que la situación actual que se vive no condiciona su optimismo ni su amor por la tierra que los vio nacer.